Siglo XXI - ¿Pasteras última generación?
En la boca misma, donde el Uruguay, “río
de los pájaros”, y el Paraná, “padre
de los ríos”, con su delta, después de
recorrer algunas de las reservas de agua dulce más
importantes del planeta, confluyen mansamente, para formar
el Río de la Plata. Justamente, en ese lugar, de una
diversa, serena y extraordinaria belleza, cercano a poblaciones
rurales y urbanas de dos naciones hermanas, alguna tan importante
como la mismísima Buenos Aires, se está instalando
un monstruo industrial, que significará el más
importante acto criminal en América Latina en nombre
de la creación de una fuente de trabajo.
Allí, a cambio de algunos salarios en las categorías
inferiores de los trabajadores, se hará la transformación
sucia y brutal del producto de la forestación, en pasta
blanca, que se llevará como materia prima para fabricar
papel.
Allá, en el otro hemisferio, se realizará la
industrialización limpia, incorporando el verdadero
valor agregado y generando las importantes ganancias.
Nací y me crié en Gualeguaychú, palabra
del guaraní, que significa “río de los
chanchos chicos”, así como Gualeguay significa
“río de los chanchos”. Seguramente estos
nombres tuvieron que ver con el tamaño de los animales
que abundaban en las costas de esos ríos, luego con
estas denominaciones se bautizaron las dos ciudades entrerrianas.
Botnia, es un poderoso enemigo, pero con los pies de barro,
por un retrógrado proyecto industrial, en el que no
se han tenido en cuenta los preceptos del humanitarismo y
la preservación de la naturaleza.
Se trata de un codicioso proyecto que viene de muchos años,
iniciado con una gran y dañina forestación en
la región. Que no se lo podía ni imaginar ni
conocer, porque se ha disfrazado y disimulado mucho y de todo.
Hasta que llegó el momento de la construcción
de la fábrica y transcendieron los términos
“papeleras”, primero, y “pasteras”
después. El conocimiento de los detalles del proyecto,
aunque incompleto, demuestra que sus ejecutores, han tenido
como único objetivo, la rentabilidad y la satisfacción
de un consumismo inducido y equivocado. Hoy, los técnicos
estamos obligados a aplicar un mejor y más amplio criterio.
Es necesario, para ello, observar, percibir y asimilar, la
fenomenal evolución de las ciencias y las tecnologías,
que han puesto en nuestras manos herramientas y materiales
que nos permiten cambiar cosas, como por ejemplo, poder haber
dejado de lado la moda del papel blanco.
No tiene sentido producir tanto papel blanco inmaculado para
usarlo como base, cubriéndolo de impresiones, coloraciones,
recubrimientos, fotografías, grabados, etc. Por otro
lado los sistemas digitales, informáticos, láser
y de almacenamiento y transmisión de datos permiten
ahorrar y trabajar sobre cualquier tonalidad, resultando aún
más cálida y delicada con la más absoluta
calidad, claridad y belleza. Así, lo que resultaría
imprescindible producir blanco, se podría realizar
en fábricas de tamaño moderado, aisladas y protegidas
para disminuir los perjuicios.
La oposición a la instalación de Botnia, no
es porque sea una empresa integrante de un poderoso sector
económico mundial. Que más que desear, que haya
muchos grandes y pequeños capitales, al servicio del
trabajo, de la producción de bienes, de la generación
de riqueza y su consecuente distribución en los pueblos,
para elevar la condición humana.
Mi oposición es porque estoy convencido que la contaminación
se producirá y será desastrosa a cambio de solamente
graves perjuicios.
Botnia sabe que contaminará y no puede demostrar lo
contrario. Tampoco puede presentar estudios de impacto ambiental
completos porque no los puede hacer. El rigor de las ciencias
exige “la comprobación de los resultados por
medio de la experimentación” y no existen simuladores,
ni modelos matemáticos, informáticos, ni a escala,
que puedan representar el efecto de los terribles venenos
que expulsará a un contexto natural maravilloso y muy
complejo, sometido a todas las variables de los fenómenos
climáticos.
En octubre de 1976 me capacitaba en una fábrica en
Gorgonzola, cerca de Milán, Italia. Visitando industrias
recorrimos la ruta a “Como”, ciudad ubicada en
el límite con Suiza. Pasamos por Seveso, tres meses
después que la explosión de un pequeño
reactor químico, en una fábrica, produjo dioxina
y la expulsó, en un instante, al ambiente. Pasar por
allí, fue como transitar por el patio de un infierno,
y hoy, treinta años después, aún se manifiestan
las consecuencias de la llamada “Hiroshima Italiana”.
Aprendí que la dioxina es uno de los tóxicos
más letales que se conocen y permanentemente estable
en el tiempo, en los medios líquidos, sólidos
y gaseosos.
En sus procesos, Botnia producirá dioxina y otros muchos
contaminantes peligrosos, en cantidades pequeñas, pero
en forma permanente todo el tiempo que funcione. Todas las
horas, de todos los días y las noches, durante todos
los años, y los expulsará al ambiente por todos
los efluentes de líquidos, gases y sólidos.
Por lo cual, el problema no es la cantidad instantánea,
sino el efecto de su acumulación y estabilidad en el
tiempo.
Botnia necesita y tomará, inmensas cantidades de agua
dulce de excelente calidad, y la devolverá con la temperatura
muy aumentada, primer impacto perjudicial para la armonía
de la naturaleza. Además saldrá saturada de
residuos, un cóctel de sustancias de altísima
toxicidad, que comenzarán por producir un fuerte y
desagradable olor que será trasladado a distancia por
el agua y el aire.
El Uruguay no es un río torrentoso, que arrastre y
haga desaparecer todo lo que recibe, es un río de llanura,
muy ancho, manso, con grandes playas. Desemboca en el Plata,
que se comporta como una ría influenciado por las mareas
y que repercuten en el Uruguay. Por esto varía la velocidad
de descarga de las aguas y se llega hasta la detención
y retroceso de las mismas. A esta situación se suma
la acción de las sudestadas, viento muy frecuente,
comunmente acompañado de lluvias y temporales. Esto
origina crecientes más o menos importantes. Estas crecientes,
con los venenos de Botnia, cubrirán las playas, ingresarán
al continente por los ríos y arroyos, inundando campos,
pueblos y desbordando lagunas y esteros. Luego cuando se produce
el descenso lento de las aguas contaminadas, una parte penetró
en las capas subterráneas contaminando corrientes de
aguas y vertientes. Otra importante cantidad queda retenida
en todo lo que fue cubierto por la misma. El sol evaporará
esas aguas, pero quedarán retenidos los residuos tóxicos,
en cantidades mínimas, pero infinitamente estables
y letales. Con la repetición de este fenómeno
natural, se irá produciendo la acumulación y
concentración tóxica sobre toda la zona comprendida.
¿Cuántas repeticiones de este fenómeno
o cuánto tiempo hace falta para llegar a valores inaceptables
para la calidad de vida vegetal, animal y humana?
Además, el flujo de los fluidos no siempre puede ser
estudiado exactamente por el análisis matemático,
pero se sabe empíricamente que debajo de una capa límite
es laminar, y las láminas en contacto con el fondo
pierden su velocidad, lo que permitirá que se depositen
las partículas contaminantes en dicho fondo.
¿Qué ocurre con estos depósitos de tóxicos
y dónde estarán los focos de concentración?.
¿En cuánto tiempo el fondo del río estará
gravemente contaminado y sus efectos serán graves e
irreversibles?
Ahora veamos los humos, que además de la molestia visual
y psicológica, de ver ese formidable cañón
vertical, disparando gases mortíferos a la atmósfera,
provocarán una mayor acumulación de sustancias
tóxicas en la superficie de nuestro planeta.
Humo es una mezcla de gases, vapor de agua y partículas
más o menos tenues, que desprenden los cuerpos en combustión.
Aquí agravado, porque esos humos, arrastrarán
también sustancias letales que no se producen en una
combustión común, pero sí, en los digestores
de esta industria según el proyecto ejecutado.
Según los cálculos de “Tiro”, balance
de presiones que hace que los humos salgan por la chimenea,
las dimensiones de la que se ha construido, demuestran que
por ella saldrán miles de toneladas de humo, por lo
tanto, toneladas de tenues partículas de contaminantes
serán transportadas por los vientos o quedarán
retenidas en las nubes. Las frecuentes lluvias, por disolución,
absorción o simple acción mecánica, las
bajarán a la superficie de la tierra. Esta agua mojará
todo, correrá y quedará retenida, hasta que
el sol la evapore. Así producirá una nueva acumulación
de venenos, que vendrá desde el cielo, en la superficie
del planeta.
¿En cuánto tiempo estas “lluvias ácidas
plus” afectarán irreversiblemente la zona?
Además toda esta contaminación, escapará
de la región a distancias insospechadas, trasmitidas
por los alimentos y subproductos producidos en ella.
La posibilidad de que Argentina y Uruguay puedan controlar
esta fábrica parece una falacia total. Ya ocurrió
una muestra de debilidad. Fue la grave defección de
los presidentes de las dos naciones, al suspender una reunión
prevista para tratar un posible entendimiento, por una insolente
bravuconada de Botnia que, aún estando en ciernes,
no quiso detener ocasionalmente su construcción para
que la misma fuera posible.
Esto hace, por un lado, que hayan perdido poder, jerarquía
y credibilidad, para garantizar una eficiente autoridad de
control. Por otro lado, todo lo que Botnia avanzó desde
entonces, es de su absoluta responsabilidad. Por lo tanto,
esto da derecho a que el pueblo, en cualquier momento, pueda
exigir que esa fábrica no funcione.
Ninguno de los dos países tiene órganos de control
jerarquizados ni capacitados para controlar a Botnia, porque
no tienen como establecer el marco regulatorio. Para hacerlo
se debiera estar a la altura, en capacidad y experiencia,
superior o igual, a los técnicos de la propia empresa,
que además deben tener sus reservas y secretos industriales.
En un país responsable, la regulación es una
ciencia en si misma, que estudia, investiga y experimenta
permanentemente de acuerdo a la evolución de las cosas,
para que el control eficaz y eficiente contribuya a la excelencia.
Se menciona como esperanzador, que participen las universidades,
pero en este caso y situación eso tampoco dará
resultado. Si bien las Universidades Argentinas, a las que
conozco, son la única institución de la nación,
que mantienen con su propio esfuerzo, un importante prestigio.
Con vocación y abnegada dedicación hay profesores,
investigadores y estudiantes, que todavía logran mantener
incólume la vigencia y actualización del conocimiento
científico universal. Sobreviven con dignidad, aun
cuando pierden tiempo y esfuerzo en su lucha contra el déficit
de los presupuestos y los embates de los que creen que todo
debe ideologizarse. Por eso poseen la base del conocimiento
científico, necesario y suficiente, para saber bien
de que se trata, pero carecen de la información y participación
indispensables para poder actuar con eficacia.
Botnia ha menospreciado nuestra capacidad y dignidad para
defendernos. Por eso su accionar manifiesta también
una forma de avasallamiento.
En Entre Ríos, al principio de las cosas, sea por necesidad
o ignorancia, se fueron matando a los chanchos chicos y a
los chanchos grandes hasta casi su desaparición.
Después la conquista y colonización vino por
los chaná-timbú y charrúas, integrados
por mocoretáes, calentes, tabúes, beguaes, yaros,
guonoas, bohanes, minuanes, y los guaraníes que poseían
el idioma común a todas las tribus; hasta que fueron
exterminados en grandes matanzas.
Ahora, vienen por nosotros, con la molestia, la enfermedad,
la muerte y la ruina económica. Ese será el
resultado de un retrogrado proyecto industrial.
Si Botnia y el gobierno de Uruguay quieren seguir adelante,
será allá, en la costa abierta del Océano
Atlántico y que el pueblo uruguayo y el mundo los perdone.
Solo deben construir un acueducto para llevar el agua dulce
del Río de la Plata y un ferrocarril especial o barcos
para transportar el producto de la forestación.
Hay otra y única salida, pero es tremendamente complicada
y no tiene precio. Hemos visto que: el sol, el aire y el agua,
son los medios por los que se transmiten y fijan los contaminantes.
Entonces, al no haber tecnología para manejar el clima,
deben resolver el siguiente dilema: “O apagan el sol
y eliminan el aire y el agua del planeta, o Botnia no debe
funcionar jamás en ese lugar”.
Cuidemos el planeta, es el único que tenemos y nos
es prestado para un breve paso. La chimenea debe convertirse
en un mirador, para apreciar la creación de Dios, en
vez de destruirla.
Ing. Roberto Orlando Pia
D.N.I. 5877427
piaroberto@yahoo.com.ar