La geoingeniería, entre la ciencia y la ficción
Contra el calentamiento,
proponen reordenar el planeta en gran escala
E ntre los planes figura instalar
sombrillas espaciales y sembrar hierro en los océanos
NUEVA YORK.- En las últimas décadas,
un puñado de científicos creó planes
grandiosos para luchar contra el calentamiento global: construir
sombrillas en órbita, modificar las nubes para hacerlas
reflejar más luz solar hacia el espacio, engañar
a los océanos para que absorban más gases de
efecto invernadero.
En un principio, sus propuestas fueron relegadas a los suburbios
de la climatología. Pero ahora, en una vuelta de tuerca,
algunos de los más prominentes científicos del
mundo dicen que esas propuestas merecen una segunda mirada.
Preocupados por una potencial crisis planetaria por el calentamiento
global, estos líderes están convocando a los
gobiernos y a los grupos científicos a estudiar formas
exóticas de reducir el calentamiento y las ven como
posibles planes alternativos si el planeta necesita un enfriamiento
de emergencia.
"Deberíamos tratar estas ideas seriamente",
dijo Ralph J. Cicerone, presidente de la Academia Nacional
de Ciencias de Washington.
Los planes y estudios propuestos son parte de una disciplina
controvertida conocida como "geoingeniería",
que significa reordenar el ambiente terrestre en gran escala
para que se ajuste a las necesidades humanas y promueva la
habitabilidad.
Cicerone, químico atmosférico, detallará
sus argumentos en favor de los estudios de geoingeniería
en el número de agosto de la revista científica
Climatic Change. Además, está alentando a prominentes
científicos a unirse a sus huestes. En abril, a partir
de una invitación suya, Roger Angel, astrónomo
de la Universidad de Arizona, disertó en la reunión
anual de la Academia, donde delineó un plan para poner
en órbita pequeñas lentes que desviarían
los rayos solares -billones de lentes, calcula, cada una de
unos sesenta centímetros de ancho, extraordinariamente
delgadas y livianas como una mariposa-.
Además, Cicerone intervino recientemente en una agria
disputa sobre si deberían darse a conocer las ideas
de geoingeniería de un premio Nobel y ayudó
a que se publicaran.
El laureado, Paul J. Crutzen, del Instituto Max Planck de
Química, en Alemania, es una estrella de las ciencias
atmosféricas que obtuvo el Premio Nobel en 1995 por
haber mostrado cómo los gases industriales dañan
el escudo de ozono de la Tierra. Su trabajo examina los riesgos
y los beneficios de tratar de enfriar el planeta inyectando
azufre en la estratosfera.
La geoingeniería no es una bala mágica, dijo
Cicerone. Pero si se la practica correctamente, agregó,
actuará como un seguro si el mundo algún día
enfrenta una crisis de sobrecalentamiento, con derretimiento
de los casquetes polares, sequías, hambrunas, ascenso
del nivel del mar e inundaciones.
"Muchos de nosotros hemos estado diciendo que no nos
gusta la idea" de la geoingeniería, dijo. Pero,
agregó, "tenemos que pensar acerca de ella"
y aprender, entre otras cosas, cómo distinguir las
propuestas sólidas de las poco efectivas o peligrosas.
El estudio de estas medidas comenzó
silenciosamente en los años sesenta, cuando los científicos
empezaban a teorizar sobre el calentamiento global y las emisiones
humanas que lo provocan. Pero poco se hizo hasta los años
ochenta, cuando las temperaturas globales comenzaron a elevarse.
Algunos investigadores hicieron notar que la Tierra refleja
alrededor del 30% de la luz solar. Pequeños incrementos
de reflectividad, razonaron, podrían fácilmente
enfriar el planeta. El doctor Wallace Broecker, de Columbia,
propuso hacerlo envolviendo la estratosfera con toneladas
de dióxido de azufre, como a veces hacen los volcanes.
Las inyecciones, calculó, requerirían una flota
de cientos de jets y, como efecto colateral, incrementarían
la lluvia ácida.
En 1997, tales visiones futuristas encontraron un abogado
prominente en Edward Teller, uno de los creadores de la bomba
de hidrógeno. "Inyectar partículas que
difundan la luz solar en la estratosfera parece un enfoque
promisorio -escribió Teller en el Wall Street Journal-.
¿Por qué no hacerlo?"
Otros planes pedían ubicar películas reflectoras
sobre los desiertos, o islas de plástico blanco en
los océanos, como formas de reflejar más luz
hacia el espacio. Otra idea era fertilizar el mar con hierro,
creando vastos campos de plantas que podrían absorber
toneladas de dióxido de carbono y, al morir, arrastrarlo
hacia los abismos marinos.
Los críticos de la bioingeniería argumentaron
que tiene más sentido evitar el calentamiento global
que apostar a parches riesgosos y llamaron a reducir el uso
de energía desarrollando fuentes de energía
alternativas. Pero Angel, astrónomo de la Universidad
de Arizona, afirmó que las propuestas son menos importantes
que estimular propuestas audaces. "Tenemos que pensar
en estas cosas por si algún día las necesitamos",
dijo.
Por William Broad
De The New York Times