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Medio ambiente y desertificación

La degradación de los suelos es considerada como uno de los más severos problemas ambientales que presenta el mundo actual. De ahí que este año haya sido proclamado Año Internacional de los Desiertos y la Desertificación. Ya en 1996, las Naciones Unidas habían aprobado una convención de lucha contra esta amenaza a la supervivencia, vinculada con los cambios climáticos y las alteraciones de los ecosistemas.

Algunas cifras recientes revelan la magnitud del problema. El peligro se cierne sobre las tierras áridas o semiáridas de 110 países, lo cual significa que la tercera parte del planeta se encuentra en riesgo de desertificarse. Cada año, la degradación de la tierra es causa de pérdidas para la agricultura por un total estimado en 42.000 millones de dólares. De continuar así el proceso, para el año 2025 la superficie de las tierras productivas se habrá reducido dos tercios en Africa, un tercio en Asia y un quinto en América del Sur.

Con relación a nuestro país, el 75 por ciento de nuestras tierras podría convertirse en desierto si no se ataca con decisión el deterioro en aumento. En efecto, el 85 por ciento de la Patagonia ya presenta síntomas de degradación en su suelo y para el 12 por ciento de esa superficie el proceso es irreversible. Las áreas más afectadas están en Río Negro, Chubut y Santa Cruz. La erosión avanza en el país a razón de 200.000 hectáreas por año y daña no sólo las tierras secas, sino también las cuencas ricas de la pampa húmeda.

Conviene señalar que mientras los desiertos son la consecuencia de factores naturales, de orden climático especialmente, en la desertificación influye el maltrato que el hombre da a la tierra. En ese sentido gravitan las técnicas inadecuadas de labranza, los desmontes, la explotación desmedida de la tierra, el sobrepastoreo y el uso excesivo de agroquímicos.

A la suma de errores humanos se agrega el efecto negativo de la elevación de la temperatura global, fenómeno que particularmente daña las regiones secas. Esta es una razón de peso para que se ejerza mundialmente un mayor control en la emisión de gases que generan "el efecto invernadero".

Es lógico preguntarse si la desertificación en desarrollo puede revertirse. Es posible hacerlo si se encaran las medidas acertadas sin pérdida de tiempo. Desde luego, la cuestión es compleja porque inciden variedad de factores. La rectificación de los errores que hayan precipitado la degradación del suelo debe estar unida al mayor cuidado del agua, elemento vital, a fin de reducir sus pérdidas y favorecer su infiltración en la tierra. Por otra parte, bien se conoce el beneficio que producen las formaciones boscosas naturales, que deben preservarse, o la forestación que se emprenda.

El cuadro esbozado muestra la necesidad de obrar sin demoras para combatir la erosión. Para lograrlo, aquí y en el orden global, es indispensable que se difunda más y mejor información para que cesen las formas irracionales de explotar la tierra. Los especialistas en agronomía tienen la misión permanente de llevar conocimiento y conciencia al agricultor. Los organismos vinculados al agro, nacionales e internacionales, deben liderar esta lucha. Nada sería tan penoso como escuchar en el porvenir que la tierra dijo basta.

Fuente: LA NACION | 26.06.2006 | Página 14 | Opinión