A P I E   I n f o r m a

Boletín periódico bimensual | Número 02 - Diciembre de 2008
Bosques y cambio climático

Los cambios que se producen en el clima mundial están afectando a los bosques debido a que  las temperaturas medias anuales son más elevadas; también, la modificación de las pautas pluviales y a la presencia cada vez más frecuente de fenómenos climáticos extremos.

Aumento de la temperatura y pautas pluviales

En función de la capacidad de las especies arbóreas para adaptarse a las nuevas condiciones del clima, el calentamiento del planeta podría modificar el paisaje forestal a nivel mundial.

El hábitat de cualquier especie vegetal depende en gran medida de la temperatura y la lluvia, de modo que conforme el cambio climático modifica las temperaturas del mundo y las pautas de la lluvia, es probable que se produzca una redistribución de las especies arbóreas.

De acuerdo a un estudio de la FAO, las especies arbóreas tienden a pasar a latitudes y altitudes más elevadas como reacción al calentamiento del planeta. “En estas condiciones, las masas forestales del hemisferio norte pueden extenderse 100 kilómetros hacia el norte, mientras que sus confines meridionales podrían retroceder en una magnitud equivalente por cada grado de calentamiento que supere las temperaturas actuales en la región”.

 La mayor altitud incrementa la vulnerabilidad

Además de avanzar hacia el norte, las especies arbóreas podrían desplazarse a zonas más elevadas debido al calentamiento del planeta.
Es interesante destacar el trabajo de un grupo de científicos en los Alpes austriacos, que descubrió que algunas especies vegetales alpinas habían "emigrado" hacia zonas más altas a velocidades que iban desde menos de un metro a casi cuatro metros al año durante el último siglo. La temperatura de los Alpes centrales aumentó 0,7º C en ese mismo período. Consecuencia, el hábitat de cualquier especie vegetal,  conforme el cambio climático, es probable que se produzca una redistribución de las especies arbóreas.

Esta tendencia hacia el desplazamiento referido, haría a muchas especies más vulnerables en sus características genéticas y ambientales, ya que los hábitats de las montañas suelen tener un espacio limitado, lo que a su vez limita las poblaciones de las especies y, por lo tanto, su diversidad genética.
Algunas especies tienen una mayor capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones del clima y podrían seguir ocupando más o menos los mismos territorios donde hoy se distribuyen.
Pero para otras especies el cambio climático podría superar su capacidad de adaptación y conducirlas a la extinción.

Fenómenos meteorológicos extremos

Una consecuencia del cambio climático para los bosques es el aumento de fenómenos meteorológicos extremos, que pueden causar una importante pérdida de árboles. El valor de los árboles dañados por el huracán Iván de 2004, en EEUU, se estima en cientos de millones de dólares. Aparte de estos efectos directos, las inundaciones y las tormentas también pueden modificar las corrientes de agua de las que dependen los árboles y dañar la salud de los bosques.
Un clima modificado también permite el ingreso de especies exóticas y nocivas que invaden los ecosistemas afectados. Los cambios en la temperatura y el régimen de lluvias pueden propiciar plagas de insectos, tanto en los bosques boreales como en las plantaciones forestales en regiones templadas y tropicales, con consecuencias devastadoras y una mortandad a gran escala de bosques y de especies forestales.

Estos cambios previstos en las especies arbóreas, en la composición de los bosques y el volumen y presencia de las poblaciones de insectos, repercutirán también en la dinámica de los incendios forestales.
Si bien los incendios forestales casi siempre son producidos por el hombre, su frecuencia cada vez mayor puede obedecer al aumento de las temperaturas y a la modificación de los vientos debidos al cambio climático.
En algunas regiones la sequía parece claramente asociada a la frecuencia e intensidad de los incendios.

Bosques y sumideros de carbono

Los bosques y la madera que producen, atrapan y almacenan dióxido de carbono, con lo cual contribuyen considerablemente a mitigar el cambio climático.

En el reverso de la medalla sucede que la destrucción, explotación excesiva o incendio de los bosques puede producir dióxido de carbono, principal gas responsable del efecto invernadero.

La FAO ha advertido que es necesario tomar medidas ahora para hacer frente a esta compleja serie de interrelaciones de una forma integral.

"Sin duda es necesario frenar la deforestación y ampliar la superficie boscosa −señala Wulf Killmann, Secretario del Grupo Interdepartamental de Trabajo de la FAO sobre Cambio Climático−. Pero también es necesario sustituir los combustibles fósiles con biocombustibles elaborados con madera de bosques gestionados de forma responsable, a fin de reducir las emisiones de carbono. Hay que utilizar además más madera para producir productos duraderos capaces de mantener el carbono fuera de la atmósfera durante períodos más largos de tiempo."

Los bosques atrapan un billón de toneladas de carbono

Los combustibles fósiles liberan dióxido de carbono al quemarse e incrementan la presencia de este gas en la atmósfera que, a su vez, contribuye al calentamiento del planeta y el cambio climático.

Los árboles y los bosques ayudan a mitigar estos cambios al absorber el dióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo, a través de la fotosíntesis, en carbono que "almacenan" en forma de madera y vegetación. Este proceso se denomina "fijación del carbono".

En los árboles, el carbono supone en general alrededor del 20 por ciento de su peso. Además de los árboles mismos, el conjunto de la biomasa forestal también funciona como "sumidero de carbono". Por ejemplo, la materia orgánica del suelo de los bosques -como el humus producido por la descomposición de la materia vegetal muerta- también actúan como depósito de carbono.

En consecuencia, los bosques almacenan enormes cantidades de carbono. En total, los bosques del planeta y sus suelos actualmente almacenan más de un billón de toneladas de carbono, el doble de la cantidad que flota libre en la atmósfera.

La destrucción de los bosques, por otra parte, libera en la atmósfera unos seis mil millones de toneladas de dióxido de carbono al año.

Aprovechar los bosques para combatir el cambio climático

Una correcta gestión puede ayudar a combatir el cambio climático mediante repoblación forestal (plantar nuevos árboles) y reforestación (volver a plantar zonas deforestadas), además de evitar la tala de los bosques.

En las zonas tropicales en particular, donde la vegetación crece con rapidez y, en consecuencia, elimina el carbono de la atmósfera con mayor celeridad, plantar árboles puede eliminar grandes cantidades de carbono de la atmósfera en un tiempo relativamente breve. En este caso, los bosques pueden almacenar hasta 15 toneladas de carbono por hectárea al año en su biomasa y en la madera.
La FAO y otros grupos de expertos han estimado que la retención mundial de carbono producida por la disminución de la deforestación, el aumento de la repoblación forestal y un mayor número de proyectos agroforestales y plantaciones de especies diversas, podrían compensar un 15 por ciento  las emisiones de carbono producidas por los combustibles fósiles en los próximos 50 años.
La madera que se obtiene también funciona como sumidero de carbono. La madera utilizada para construcción o para hacer muebles almacena con eficacia el carbono durante siglos. La fabricación de materiales de construcción como los plásticos, el aluminio o el cemento, por lo común requiere grandes cantidades de combustibles fósiles. Sustituirlos con madera ofrece, por lo tanto, grandes beneficios en materia de reducción de las emisiones de carbono.
Asimismo, el uso de madera como combustible en vez de petróleo, carbón y gas natural, puede en realidad mitigar el cambio climático. Si bien la combustión de madera y biomasa libera dióxido de carbono en la atmósfera, si esos combustibles proceden de un bosque cuya gestión es sostenible, esas emisiones de carbono se pueden compensar a través de plantar nuevos árboles.

En efecto, con una gestión adecuada los bosques pueden suministrar bioenergía casi sin emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Comercialización de emisiones

La idea es sencilla: los países ricos envían emisiones de CO2 a la atmósfera y los países pobres las atrapan a través de sus bosques y plantaciones, recibiendo un pago por dicho servicio.

E
l mundo entero está expectante de que la Convención de Cambio Climático aporte soluciones al calentamiento global.
La realidad es que muchos gobiernos del Norte –y en especial aquellos de los países donde se registran las mayores emisiones– procuran comercializar la mayor parte de éstas, en lugar de limitarlas en la fuente. Por otro lado, muchos gobiernos del Sur están deseosos de vender sus sumideros al mejor precio posible.
 Todo esto es trágico: la humanidad está enfrentada a una grave amenaza y mientras tanto los gobiernos juegan con cifras y dinero en lugar de implementar reales soluciones.

 Situación en Argentina
Las proyecciones indican que Argentina no está a salvo del calentamiento global  
Nuestra situación no es menor frente al contexto global. Si bien no presenta altos índices de emisión de dióxido de carbono, nuestro país tiene un gran desafío por delante: un mejor control de los procesos agrícolas -teniendo en cuenta el alto grado de deforestación de los bosques nativos- y la implantación de manera seria y coordinada de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL).
Veamos algunas consecuencias, que producen el cambio climático, y que repercute negativamente en el desarrollo forestal. Otro tanto la tala de bosques nativos, proceso de devastación permanente y continuo.
Según los metereólogos, para la Argentina se espera que, en promedios generales, aumente el calor. Como consecuencia, no solo se agravarían los incendios forestales, sino también que  muchas de las nubes cargadas de lluvia no van a llegar al interior, sino que van a dejar su carga en las zonas costeras. Esto significa que vamos a tener una combinación de grandes lluvias en las zonas costeras con sequías en el interior.
Según la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, entre 1971 y 2003, en Argentina ocurrieron más de 13 mil eventos catastróficos entre inundaciones, incendios, nevadas, contaminaciones, sequías, vendavales, epidemias, explosiones, sismos, aluviones, lluvias, plagas, olas de calor, erupciones, entre otros. Más del 40% de los eventos evaluados son inundaciones, que son los de mayor impacto negativo.
En estos 32 años, las inundaciones provocaron 49,5 millones de hectáreas  de tierra anegadas, más de un millón y medio de evacuados, 3.812 muertos, 146 mil heridos, 47 mil viviendas destruidas y más de 114 mil viviendas afectadas.
En Argentina una de las más serias aristas desde la que se ha tomado acción contra el calentamiento global, ha sido el nivel de precipitaciones y el derretimiento de los glaciares. Se proyectan un completo panorama de dos fenómenos principales que sucederán de aquí al fin de este siglo.
Por un lado, el derretimiento de los glaciares y el consecuente aumento de los niveles de agua en los océanos; y por otro, la escasez de lluvia en zonas subtropicales y tropicales, mientras que en otras zonas más húmedas, las precipitaciones irán en aumento.
Debe ser de particular llamado de atención la intensidad de las lluvias en el norte de la provincia de Salta, el notable aumento del caudal del río Tartagal, la deforestación de sus zonas aledañas ejecutadas por entes privados y los consecuentes y trágicos deslizamientos de tierras. Un párrafo especial merece las inundaciones en la provincia del Chaco, como consecuencia de los desbordes en la cuenca del Bermejo.
No olvidemos, que en Abril de 2003, por causas antrópicas, se inundó la Ciudad de Santa Fe, cuando el Río Salado se desbordó.
 Recordemos, en nuestra provincia, los desastres acaecidos en San Carlos Minas, en enero de 1992, cuando una lluvia torrencial convirtió al inofensivo Río Noguinet, en un aluvión de 300 metros de frente por 8 metros de alto. Treinta casas fueron destruidas, otro centenar dañadas y hubo 35 muertos.
Independientemente de lo manifestado, debemos referir a la tala de bosques nativos: de 105 millones de hectáreas que apuntaba el censo forestal de 1914, sólo quedan 33 millones según, indican los datos del Primer Inventario Forestal de Bosques Nativos realizado por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (2002).
Dice la Diputada Nacional Susana García: “ El monocultivo y la expansión sin pausa de la frontera agropecuaria implican la consolidación de una geografía que apunta a la desertificación y a la pérdida de emprendimientos regionales que permitirían mantener la biodiversidad y la variedad productiva, base de un desarrollo consistente, menos vulnerable a los vaivenes del mercado externo”.

En Argentina se arrasa cada dos minutos con toda una manzana de bosques nativos. cada año son unas 300.000 hectareas que se destruyen debido a la expansión de la frontera agrícola. Con la devastación de los bosques también se pierden especies en peligro y se desalojan comunidades enteras de campesinos e indígenas que viven allí.
Es capital que nuestros científicos, climatólogos y técnicos, en un análisis y trabajo multidisciplinario, propongan las medidas conducentes a evitar las tragedias que se están produciendo en una escala cada vez mayor y que el Gobierno y los organismos competentes las adopten como propias.
Nada fácil parece el Cambio Climático, como así también la expansión de la frontera agropecuaria; en tanto las autoridades no tomen más seriamente la necesidad de intensificar la concientización, los argentinos veremos modificado nuestro modo de vida antes de lo previsto. 

Ing. Quím. Hugo Picola

Datos obtenidos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)

 

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