 “Hay que diferenciar entre innovación e invención”, aclara Hugo Kogan
"Hay que diferenciar entre innovación e invención”, aclara Hugo Kogan, profesor honorario de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, cuyos trabajos en diseño industrial fueron expuestos en el Centro Pompidou de París y en el Museo Nacional de Bellas Artes (además, fue el creador del Magiclick). Kogan fue uno de los jurados en el concurso Innovar 2013. “Innovar no es inventar, y hasta tiene muy poco que ver con la invención. Innovar es, en primer término, proponer una idea y desarrollar un proyecto que se base en algo existente pero que, a causa de las modificaciones en la tecnología o las costumbres, ha dejado de ser útil como tal. Esto vale para cualquier cosa: productos, tecnologías. El innovador propone un cambio que en general hace bajar costos, agrede menos el ambiente y mejora la calidad de vida de la gente.”
–Usted destaca que la innovación puede aplicarse a las áreas más diversas...
–Así es. Hay infinidad de objetos, productos científicos y tecnológicos que nos acompañan cotidianamente, y entonces es enorme la variedad de propuestas que un jurado recibe: algunas son de mucha complejidad, otras de baja complejidad; algunas de mayor y otras de menor importancia social; otras se destacan por su importancia cultural. Algunos proyectos son de muy baja complejidad, pero tienen una gran importancia social; otros se refieren a asuntos individuales o personales, pero presentan una complejidad muy interesante. El jurado toma en cuenta todos estos parámetros tan distintos.
–¿Qué perspectivas encuentra hoy en la Argentina?
–El programa Innovar, que existe desde 2006, está consolidado y funciona como vidriera para que muchas personas que están en la innovación puedan presentar sus productos y proyectos. Y no hay que olvidar que otros concursos del ministerio premian desarrollos en una etapa previa, todavía teórica, que a veces son interesantísimos. Hay desarrollos que todavía no están optimizados para el mercado, o que el mercado todavía no llegaría a entender ni a consumir por falta de información. Y tal vez sea más interesante lo que se proyecta a futuro que lo que ya se está haciendo. Porque todo está sucediendo a una velocidad muy grande: hace diez años, en las líneas productivas había una rotación cada cinco años promedio. Ahora, la rotación es cada seis meses: en computación, electrónica, entretenimiento, cada pocos meses hay nuevas ediciones, nuevos productos que envían la línea anterior a una venta a precios declinantes. Y son nuevos no sólo por su aspecto estético, sino porque trabajan con nuevas tecnologías. La evolución de la investigación y la tecnología es enormemente rápida, y por eso es bueno mirar siempre un poco hacia adelante de lo que ya hay.
–Esto sucede en gran parte del mundo...
–Hoy todos los países tienen normativas de calidad a las que debe responder cualquier producto que se produzca o se importe: normas referidas a la salud, a la tecnología, asociadas con la calidad de vida. Esto hace que cada país deba desarrollar sus productos para el mundo, no sólo para su propio ámbito: tienen que cumplir esas normativas, que funcionan de algún modo como barreras de entrada. El concepto de calidad industrial incluye hoy al diseño industrial; un producto que no esté desarrollado en este sentido tiene baja calificación, poca posibilidad de ingreso a mercados internacionales. La particularidad del diseñador industrial es que tiene una formación amplia, abarcativa: los ingenieros, químicos o arquitectos tienen miradas focalizadas, cada uno en su profesión; los diseñadores, en cambio, tenemos una formación que nos permite ver el escenario en su conjunto, para evaluar, proponer o recomendar.
Para todos los gustos
Un ecógrafo producido en la Argentina, con un 85 por ciento de componentes nacionales; una prótesis para gente que no puede mover la rodilla, que hasta ahora ni siquiera se podía importar por sus precios astronómicos; un “videolector portátil”, que reemplaza ventajosamente a la lupa para quienes tienen problemas visuales; un “biodigestor didáctico”, para que los chicos aprendan acerca de energías renovables; pero también un raro caballo mecánico, que se maneja con el cuerpo. Y un sistema de aire acondicionado basado en el frío natural de la tierra profunda, que podría reducir la factura nacional de electricidad. Estos variados desarrollos incluye el menú de Innovar 2013.
“Producto destacado por su diseño industrial” fue premiado el Ecógrafo Terason t-3000 desarrollado por Martín Boschetti, Cristóbal Papendiek, Martín Ries Centeno y equipo. “Su fabricación ya empezó en la Argentina, para toda América latina, bajo licencia de la firma Terason, de Estados Unidos –contó Boschetti–. Hicimos mejoras en la ubicación de los comandos, para hacerlo más adaptable a los usuarios.”
En cuanto a la prótesis para reemplazo total de rodilla –de Ezequiel Kobrinsky, David Reale, Javier Skorupski y equipo–, “en el extranjero existen prótesis parecidas, con otros diseños, pero directamente no llegan al mercado argentino porque son carísimas: en la Argentina son modelos más antiguos, con menos prestaciones. Por ejemplo, utilizan el mismo implante para la rodilla izquierda o derecha, lo cual afecta la funcionalidad: nosotros decidimos hacer una para la rodilla izquierda y otra para la derecha, y a un costo mucho menor”.
El Irukán –desarrollado por Nicolás Jerman, Martín Esteva, Federico Perri y equipo– es una especie de potro mecánico que el conductor maneja con su cuerpo. “La manera de controlar la dirección del vehículo es mediante la inclinación del cuerpo del conductor: no tiene volante ni manubrio ni palanca, sino que el conductor, al inclinarse a uno u otro lado, hace pivotear el chasis y así determina la dirección –explicó Jerman–. Tiene pedales para el acelerador y el freno.” El propósito del Irukán es deportivo.
Más cotidianos son los biodigestores: “Se trata de recipientes donde se ingresa basura común, especialmente restos de vegetales que no hayan pasado por procesos de cocción: la acción de bacterias biodigestoras da como resultado biogas, utilizable, y el resto puede emplearse como abono –explicó María Schmukler, de- sarrolladora del “Biodigestor demostrativo para escuelas rurales”–; pero a menudo los biodigestores fracasan porque la gente los desestima o no los usa bien, por falta de educación al respecto: nuestro biodigestor educativo, de tamaño reducido, podrá utilizarse en las escuelas para educar sobre el uso de energías renovables.”
El “Videolector portátil”, de Gabriel Maissonave, es una superlupa: las imágenes van a una pantalla que “permite, por ejemplo, en un supermercado, que una persona con dificultades de visión “acerque el videolector al producto, congele la imagen y pueda ver más cómodamente el precio” y así recupere autonomía personal. En comparación con la lupa convencional, “abarca más cantidad de palabras y la persona misma pueda regular el tamaño en función de sus dificultades visuales”.
Finalmente, Leila Iannelli fue premiada por su desarrollo “La tierra como acondicionador de aire natural”. Se basa en que “a dos metros de profundidad, la temperatura de la tierra es uniforme, como se puede apreciar cuando uno baja a un sótano y siente fresco –explicó Leila–. El acondicionador utiliza un tubo que pasa por el suelo a dos metros de profundidad, con un recorrido en zigzag de 75 metros y, cuando llega a la casa, con independencia de la temperatura exterior, la temperatura del aire que ingresa es de aproximadamente 19 grados. El aire se impulsa con un ventiladorcito de bajo consumo”.
Lic.Pedro Lipcovich
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