Los mercados incapaces
La banca de desarrollo es un instrumento de un proyecto más amplio, que es construir el futuro. Contrariamente a lo que se cree, las instituciones nacionales dedicadas a promover el desarrollo son muy comunes. En el mundo existen 90 instituciones de desarrollo que responden a 61 países, entre bancos, agencias especializadas y entidades financieras. No hay dos instituciones iguales. Dependen del grado de participación del sector privado, la apertura comercial, destino de los préstamos, el papel del regulador local, grado de independencia y número de instrumentos que opera. El Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (Bndes) es el principal proveedor de créditos a largo plazo, el 55 por ciento de los créditos está dirigido a actividades industriales y cumple un rol importante en la promoción de exportaciones de bienes de capital y servicios de ingeniería. Pero cada país tiene su historia, su estructura y sus objetivos. Al momento de crear una institución para el desarrollo, los países pueden inspirarse en otras experiencias, pero cada uno debe diseñar sus propias herramientas.
En momentos de crisis los mercados probaron ser incapaces de sostener el desarrollo, precisamente cuando más se lo necesita. El fomento al desarrollo es mucho más fuerte cuando se combinan instituciones públicas y privadas. Los bancos de desarrollos tienen un rol fundamental en el financiamiento de la expansión de la capacidad productiva para superar cuellos de botellas que son particularmente importantes en las economías en desarrollo y que suelen contribuir a la gestación de tensiones inflacionarias. Además la banca de desarrollo contribuye a la estabilidad sistémica, favorece la innovación y la sustentabilidad industrial.
JOAO CARLOS FERRAZ
Vicepresidente Bndes.
Entre dos alternativas
Las crisis no tienen una causa dominante y única. “Innovación financiera”, “burbujas que crecieron y estallan”, “fraude financiero”, “crisis de las finanzas”, “falta de competitividad” o “especulación” son insuficientes. Aceptar alguna de ellas implica considerar a la crisis como un shock a un sistema estable y eso representa una trampa analítica. Como demostró Hyman Minsky, la inestabilidad financiera y las crisis son endémicas al sistema.
Los economistas proyectaban una recuperación mucho más rápida, asumían que la crisis era similar a lo que sucedió en la posguerra y no como durante 1930. El crecimiento económico todavía no volvió y no parece posible que vuelva a los niveles previos a la crisis. Existe un conjunto de impedimentos como el desapalancamiento en el sector inmobiliario de Estados Unidos ya que el repago de las deudas no genera más expansión, el aumento del precio de petróleo que es un precio de importación de Estados Unidos, los avances en materia tecnológica que permiten eliminar puestos de trabajo, la existencia de un extenso sector bancario que no apoya la recuperación y la ideología de austeridad que limitan nuevas iniciativas públicas y promueven el retroceso de la seguridad social.
En ese escenario, Estados Unidos va a elegir entre dos alternativas: preservar la política actual de estabilización que, si bien no devolvió los niveles de crecimiento y empleo previos, protege de un profundo colapso o ser víctima de la misma visión que predomina en Europa. En el caso europeo no hay ninguna razón para creer que se llegue a un camino más estable hasta que alguna de las economías periféricas se salga de la Eurozona. Las perspectivas son pesimistas. La lección para países en desarrollo es que deben estar preparados y dispuestos a hacer lo mejor para su decisión, no es un contexto global totalmente desfavorable. Ahí es fundamental que los bancos centrales tengan un mandato amplio y flexible como el del Banco Central de la República Argentina.
JAMES K. GALBRAITH
Profesor Universidad de Texas
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